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2 dic 2008

Reflexion sobre cine, literatura y guiones

Los jóvenes de mi generación querían ser poetas, pero algunos soñaban con la poesía porque el cine era un sueño que parecía imposible. Hoy los jóvenes sueñan y se complacen con el cine. A mí siempre me gustó el cine, pero únicamente me convertí en cinéfilo. Me involucré en esa actividad sólo después de haber escrito dos docenas de libros. Mi intervención ha sido como guionista, aunque debo confesar que me gustaría también ser director.


He escrito guiones basados en novelas o cuentos míos: El gran arte, El caso Morel, que desafortunadamente no fue terminado, Bufo & Spallanzani, Informe de un hombre casado, y acabo de escribir el guión de Diario de un libertino. También he escrito guiones originales (Stelinha, La extorsión) y guiones basados en novelas de otros: El hombre del año, basado en el libro El matador, de Patrícia Melo, dirigido por José Henrique Fonseca.

¿Qué es más difícil?

Lo más difícil es hacer un guión basado en una obra literaria ya publicada, como sucedió con El hombre del año. Hasta en los casos en que yo mismo soy el autor de la obra, como Bufo & Spallanzani, el guión fue más difícil de escribir. Si le preguntaran a Jean-Claude Carrière, que ha escrito decenas de guiones, qué fue más laborioso y difícil de hacer, el guión de La insoportable levedad del ser, basado en el libro de Milan Kundera, o el guión original de El discreto encanto de la burguesía, estoy seguro de que responderá que fue el guión basado en la novela de Kundera.

Un guión se escribe varias veces. Eso, por cierto, es común en la creación de textos literarios en general, principalmente en el caso de la poesía. (Un poema nunca termina de escribirse, se abandona, como dijo Valéry, lo cual también es cierto para los textos literarios.) Consta que Platón escribió la primera frase de La república cincuenta veces. Flaubert se pasó treinta años escribiendo La tentación de San Antonio. Melville escribió decenas de veces la frase inicial de Moby Dick: “Call me Ishmael”. Podría citar decenas de ejemplos de esta furia correctora, en los diversos gé¬neros literarios, pero toda cita excesiva de nombres, incluso en los textos académicos, es una monserga.

Con los guiones cinematográficos ocurre lo mismo. La diferencia es que, además del autor del guión, otras personas participan en la revisión, casi siempre el director de la película —especialmente aquí en nuestro país— y también el productor. Esto me sucedió cuando trabajé, entre otros, con los Tambellini (padre e hijo, en épocas diferentes), con Suzana Amaral, Walter Salles, Miguel Faria y, recientemente, con José Henrique Fonseca.
¿Qué queremos todos los involucrados en ese proceso? Los más pretenciosos (y todo aquel que quiere crear algo debe ser “pretencioso”, debe buscar su nivel de excelencia) quieren realizar una obra de arte. Wagner, cuando compuso sus óperas, buscaba alcanzar aquello que denominaba Gesamtkunstwerk, la obra de arte completa, la cual incluiría música, poesía, drama, pintura, arquitectura y danza. Era el siglo XIX y si había algún arte que podía megalomaniacamente tener esas aspiraciones, ese arte era la ópera.

A final de cuentas, ¿qué es el cine, hoy? Se le conoce como “El séptimo arte”, lo cual es correcto, aunque todavía no podemos llamarlo Gesamtkunstwerk, obra de arte completa. El cine es, por el momento, un arte híbrido. Y el problema principal es que la película después de un tiempo queda “fechada”: una buena película antigua no se disfruta con la misma admiración con que se disfrutan otras buenas obras de arte. Se puede escuchar a Mozart, o releer Don Quijote, o contemplar la Capilla Sixtina con el mismo placer de la primera vez. Una película antigua, con algunas raras excepciones, se puede ver apenas como curiosidad histórica. (Hay casos de sofisticados cinéfilos a quienes les gusta volver a ver películas antiguas, en las que descubren novedades.) Me parece que esa datación que sufre el cine es el problema que exige que el séptimo arte, o “The industry”, como los americanos lo definen, sea un objeto de consumo renovado incesantemente.

Para finalizar este artículo, que ya se extendió demasiado, quiero abordar la adaptación cinematográfica de obras literarias.

Antes que nada, debo decir que escribir para el cine es diferente de todas las otras formas de expresión escrita. Los elementos visuales son tan importantes como las descripciones y los diálogos. Dado que la inversión es muy grande, al productor le tiene que gustar el guión. Y, como dije antes, el director también interfiere y el guión siempre pasa por diferentes tratamientos, que toman en cuenta un montón de aspectos. Uno de ellos, tal vez el más importante, es la aprobación del público. El escritor de ficción no tiene que preocuparse por eso. No obstante, sin la imaginación de los guionistas, nunca se cuentan buenas historias en el cine. El cineasta y teórico ruso Lev Vladimirovich Kulechov, que introdujo el arte del montaje, afirma en su libro El arte del cine que el cine es básicamente argumento y montaje, o sea, las dos figuras más importantes de la película son el guionista y el editor. Estoy de acuerdo con él en cuanto a la importancia fundamental del guionista, pero creo que la figura del director es aún más importante.

Reconozco que el cine es, como dice la propaganda, “la mayor diversión”, que el cine es el séptimo arte. Aunque no sea la obra de arte total, es un arte que usa a las demás artes como soporte, de la mejor manera posible.

Sin embargo, sólo como provocación, hago la siguiente pregunta: ¿Qué es más importante como arte, la palabra escrita —la poesía, la ficción, el teatro— o el cine? ¿Cuál de los dos puede alcanzar un nivel de excelencia más elevado?

¿Qué tal si, sólo como ejercicio, comparamos las ventajas de la literatura y las del cine?

Ventajas de la literatura

1. Polisemia y participación creativa. David Neves, cuando decidió filmar mi historia “Lúcia McCartney”, me dijo que tenía a la Lúcia “perfecta, exactamente como la describes en el libro”, y me invitó a comer. La Lúcia, “exactamente como yo la describía en el libro”, según David, era Adriana Prieto, una mujer joven de cabello rubio, ojos azules, labios delgados, y un rostro bonito que recordaba a las actrices europeas nórdicas. “¿No es igualita?”, me preguntó David. Evité responderle. En realidad yo no describo a Lúcia en mi historia, puede ser blanca, mulata, negra, delgada o gorda. Porque ésa es la gran riqueza de la literatura, la participación del lector, que llena las lagunas que el autor deja, del lector que usa su imaginación rereando la historia que leyó, reinventando a los personajes. El cine no lo permite. Lúcia era, axiomáticamente, una linda y elegante mujer rubia de ojos azules. El espectador no necesitaba (ni podía) usar su imaginación. El lector comparte el libro no sólo estética y emocionalmente: tiene una participación creativa. Siempre “reescribe” el libro a su manera.

2. Permanencia. Vean qué tipo de reacción despiertan las películas clásicas, Griffith y otros. Quedan “fechadas”.

3. La película necesita de la palabra escrita; hasta el cine mudo la necesitaba. ¿Recuerdan a Kulechov: argumento y montaje?

4. La literatura es tan importante que los directores del mainstream, como Scorsese, Spielberg y otros, aconsejan a los directores que lean, porque consideran que la lectura es importante para el trabajo que realizan. Ningún escritor aconseja a otros escritores que vayan al cine, por ser importante para el trabajo que hacen. Hay una frase interesante del escritor Gore Vidal, quien, además de ser un novelista famoso, escribió varios guiones. Vidal afirma: “El cine es guión. Una cosa es cierta: el guión es fundamental para la película. Así como para el cuerpo humano una buena y simétrica estructura ósea es lo que le va a permitir al cuerpo ser bonito y atractivo, en el cine esa tarea le corresponde al guión”. El cine es argumento y montaje, estoy repitiendo a Kulechov. Chaplin usaba menos de diez por ciento de lo que filmaba. El resto era cortado en la sala de edición.

Ventaja del cine
Tiene que haber una razón para la popularidad del cine.

A excepción de algunos pocos ensayistas franceses cascarrabias, no recuerdo a ningún escritor, músico, o pintor a quien no le guste el cine. A todo mundo le gusta el cine. Tal vez porque, aunque hasta ahora ha fallado en el intento de convertirse en la Gesamtkunstwerk wagneriana, el cine es el arte que más se acerca a ese ideal, y tal vez un día deje de ser un arte sólo híbrido para transformarse en un arte completo.

Por: R. Fonseca, galardonado en 2003 con el Premio de Literatura Juan Rulfo, es uno de los autores latinoamericanos más importantes en la actualidad; algunas de sus obras son: Los prisioneros, El caso Morel, El gran arte, El salvaje de la ópera, El enfermo Molière, Mandrake, la Biblia y el bastón, entre otros. Este artículo fue publicado por el diario mexicano Milenio.

Via: abcguionistas

¿Qué se le puede pedir a una historia de fantasmas?

¿Un misterio por resolver? Ahí está. ¿Coherencia? La hay. ¿Intriga? Me lo leí en un par de noches, ya te digo. ¿Qué tenga alguna escena de miedo? Pues sí. ¿Que incluso llegue a provocarte una pesadilla? Lo hizo. Es un cumplido, claro.


Pero me estoy desviando, porque aunque sí que hay fantasmas en la segunda novela de Martínez-Biurrun, la verdad es que los personajes de carne y hueso son los más aterradores. El Cazador de Tormentas, por ejemplo. Aunque cada personaje tiene su propia tormenta personal, que le persigue, le empapa y le transforma. Como a Guillermo, un escritor de grafitos transmutado en Génesis. O al propio Elías, protagonista de la historia, que sufre entre otras cosas las secuelas de una picadura de avispa que casi le mata.

¿Más cosas? Pues sí. El autor tiene una voz personal, y la fuerza narrativa de quien es consciente del peso de cada frase y de cada palabra. Y sabe crear escenas que ponen los pelos de punta; algunas me recordaron a Chuck Palahniuk, sólo que en los libros de Palahniuk, los personajes y las historias siempre parecen absurdos e increíbles, y aquí todo sucede con personas y situaciones que podrían ser los de tu bloque de vecinos. Y eso sí que da miedo.

Via: literaturate

24 nov 2008

La guionista Diablo Cody ofreció una clase magistral

Hacer el guión para una película es muy fácil. Es sólo un esqueleto; sólo son conversaciones sobre las cuales uno tiene control. Es sólo un reto de concentración. Es como cuando se cuenta algo: Érase una vez… un principio y un final; cualquiera puede hacerlo. Al menos eso es lo que cree Brook Busey, mejor conocida como Diablo Cody, quien a principios de este año ganó un premio Óscar por mejor guión original de la cinta Juno, así como un Bafta (de la academia británica).

“Creo que cualquiera puede hacerlo, sólo hay que poner atención en la estructura de las películas. Ver muchas. Nunca estudié para escribir guiones, sólo vi cine. Aunque siempre fui contadora de cuentos, desde que era una niñita. Cuando crecí leía mucha poesía y cuentos, y comencé a escribir, pero nunca imaginé que haría el guión de una película.

“Ahora puedo escribir cualquier cosa. Por ejemplo, en lo personal se me hace más difícil ser periodista”, quien nació en un barrio de los suburbios de Chicago, y que durante un tiempo se ganó la vida como bailarina exótica.

Bailarina o escritora

Es un personaje interesante, mas no por todos los tatuajes de su cuerpo. Cuando se ingresa en su blog de Internet, se descubre que sus aficiones son andar en bicicleta, tener perros chihuahueños, el sexo, el porno “la gente me pregunta por qué me gusta tanto una comedia como una cinta porno; creo que todo es emocional, hasta salir a pasear en bicicleta”, dice.

Asegura que fue bailarina por casi cinco años para “sobrevivir, para conseguir posteriormente lo que quería. Simplemente un día decidí que ya no quería bailar, que lo mío era la pluma y el papel. En un momento de reflexión pensé: bailarina o escritora. De lo primero ganaba bien, pero ya estaba aburrida”.

Parece que el aburrimiento le ayuda a desarrollar su escritura, pues mientras se rodaba Juno escribió el guión de un drama de horror llamado Jennifer’s Body, sobre una adolescente caníbal, cinta que se estrenará en 2009. Además escribió el texto para una serie de televisión de Dreamworks, dirigida por Steven Spielberg: Los Estados Unidos de Tara, sobre “una idea de Steven, quien me invitó a hacer algo sobre una mujer con múltiples personalidades. Cada vez que se despierta es una persona diferente. Sus hijos están hartos de esa patología, de esa rara enfermedad mental”.

Ahora escribe para otro largometraje, también de Spielberg, sobre una historia que sucede en Hollywood.

Hoy día vive en Hollywood. ¿Qué odia y qué ama de ese lugar?

Algo que odio más que nada es que la industria es una maquinaria corporativa que te puede convertir en pecador. En ese lugar la creatividad no es lo más importante, no es el valor que más sobresale. Pero hay algo que puedes amar, como el hecho de que aunque provengas de Medio Oriente o Chicago, tienes la misma oportunidad de salir adelante. Es la ciudad de los sueños. Cualquiera puede hacer lo que se proponga.

¿Pero también es una vida muy plástica?

–Sin duda es una vida sintética, pero sólo si te dejas envolver.

“Para mí ha sido muy cómodo vivir ahí. De hecho yo lo he sentido como un regalo, como una oportunidad de hacer algo que quiero, nunca una cinta como Titanic, pero es bueno tener la oportunidad de crecer.

El galardón no te da fama

¿No extraña su vida tranquila de Chicago?

–Claro, mucho. Por ejemplo, en Los Ángeles la gente no camina en las calles, algo común en mi barrio. Sólo suben a sus carros, van de compras y regresan a su casa. No hay cultura de la comunidad. Eso es lo que extraño, pero acá he encontrado a amigos que son ahora como mi familia.

Dice Diablo Cody que no por ganar un Óscar eres famoso. “Yo no lo soy; los guionistas no se caracterizan por serlo, no son estrellas o directores, y pueden caminar por la calle como si nada. De hecho odiaría convertirme en alguien famoso, porque al final serás un prisionero. Es mejor solamente expresar tus ideas a través de un periódico, de la televisión o del cine.

David Shore, guionista de "House" habló con estudiantes chilenos

Una videoconferencia con el productor y guionista de la exitosa serie norteamericana "House", David Shore, se realizó ayer en la Universidad Uniacc, informa El Mercurio. Shore es un afamado escritor canadiense de series de televisión. En su carrera destaca un premio Emmy en el año 2005 por el guión de la serie “House” de la cual es además el Creador, Guionista y Productor Ejecutivo. Acumula diversas nominaciones a premios Emmy por esta producción y también por la reconocida serie de TV “Ley & Orden”.

Sin embargo, hizo un espacio en su agitada agenda, para mantener una conversación dinámica y sincera sobre los interesados en su carrera, su profesión y el trabajo de guionistas en televisión norteamericana. Shore respondió cada una de las preguntas de los jóvenes asistentes, analizando detalle a detalle, la serie a la cual de da vida.

Respecto a la creación del personaje principal de la serie representado por el actor Hugh Laurie, el guionista comentó que “estaba buscando un antihéroe, alguien que fuera doctor pero no por que quisiera salvar vidas. Me tomó meses crear este médico. De hecho fue esencial que tuviera una cojera y que sea guapo, para que sea aceptado, porque él dice cosas malas, pero no es malo con la gente. De hecho no es malo por ser malo. Hay muchas razones detrás de su forma de ser . Por eso al principio me empecé a preguntar si lo que había creado, podía ser interpretado”.
"House" es una serie de televisión estadounidense (estrenada en el año 2004), que gira alrededor de la vida del Dr. Gregory House, un médico ególatra, huraño y brillante que trabaja en el departamento de diagnóstico del ficticio Hospital Universitario Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey, y que es capaz de experimentar en su propio cuerpo y poner en juego su vida con tal de resolver los casos de sus pacientes.

Por otra parte y refiriéndose a la forma en que se crean los guiones, Shore confiesa que “somos un equipo de 12 guionistas, yo soy el jefe de todos ellos, que me presentan sus ideas y las vamos desarrollando, etc. Y dentro de ese equipo también hay tres médicos que acompañan a los guionistas en la parte especifica que tiene que ver con las enfermedades y las cosas específicas de la profesión”.

Respecto al trabajo de guionista en televisión y la presión que implica mantener la audiencia, el creador de Dr. House dice que “la presión es algo que nos agota. Es difícil tener un guión listo cada cierto tiempo, y además sorprender. Yo no sé como lo hacemos, pero lo logramos. Es muy difícil escribir para la tele, pero a mi me gusta, y para mi es un trabajo superior, porque hay una interacción real de las personas sobre lo que uno escribe”.

Finalmente y luego de una hora y cuarto de amena conversación, el profesional se despidió del público presente en el auditorio de UNIACC, recalcando entre otras cosa y como respuesta a la pregunta de qué pasaría si Hugh Laurie renunciara a la serie, que “yo creo que deberíamos contratarle un seguro de vida. Sin él no hay show. En todo caso el no puede salirse porque tiene un contrato con nosotros por un par de años más” (risas generales).

Via: abcguionistas

17 nov 2008

Andrew Davidson triunfa con su primera novela "La gárgola"

Triunfar con una primera novela no es fácil, pero el canadiense Andrew Davidson lo ha conseguido con "La gárgola", una obra que ha sido contratada ya en 25 países y en la que el autor demuestra "el poder del amor para cambiar una vida y sobreponerse a la muerte".


Andrew Davidson, de 39 años, presentaba hoy su libro ante un grupo de periodistas y explicaba que ha invertido "unos siete u ocho años" en desarrollar la trama de esta novela, que combina el sufrimiento de un hombre del siglo XXI, convertido casi en un monstruo tras un accidente de tráfico, con apasionantes historias de amor situadas en la Edad Media.

Los derechos de "La gárgola", publicada en España por Seix Barral, fueron adquiridos por la editorial estadounidense Doubleday por 1,3 millones de dólares, y algo debió influir en esa cifra récord la original fórmula que Davidson empleó para hacerle llegar su voluminoso manuscrito (la primera versión superaba las 800 páginas) al agente literario.

Este escritor, que comenzó a concebir su novela en Japón, donde vivió cinco años, viene "de la nada" y todo lo ha conseguido "a base de trabajo duro y buena suerte", afirmaba hoy.
Cuando vio que tenía una buena historia entre manos, decidió empezar por el agente literario "más importante". El manuscrito iba acompañado por una carta en la que Davidson le daba "diez razones para no contratar" su libro, entre ellas que "era muy largo, que no se sabía bien a qué género pertenecía" y que no era fácilmente adaptable al cine.
Al agente le convenció la novela desde el principio, pero le recomendó a Davidson que la acortara. El autor dedicó "diez meses" a esa tarea y dejó el libro en 500 páginas. Se publicó en 2007, y desde entonces "se ha vendido en 25 países, incluido Estados Unidos", decía hoy orgulloso.

En realidad, Davidson ha estado preparándose "toda la vida" para escribir "La gárgola", y cree que sus intentos anteriores de probar suerte en la poesía, el teatro o el guión de cine fueron sólo "puro aprendizaje".

"La novela está protagonizada por un joven y atractivo productor, ex actor de cine porno y aficionado a las drogas, que sufre graves quemaduras tras un accidente de tráfico".

A Davidson le interesaba reflexionar sobre "el lado monstruoso" del ser humano, y la vida del protagonista, la de antes y después del accidente, le da pie a ello.

Con su cuerpo destrozado, el joven sólo piensa en el suicidio, pero las reiteradas visitas de una paciente de psiquiatría, que asegura haberlo conocido y amado en el siglo XIV, le devuelven las ganas de vivir. La joven se llama Marianne Engel y fue escultora de gárgolas.

"El amor puede salvar una vida", decía Davidson, cuya madre es islandesa y eso le ha animado a explorar su "pasado vikingo" en la novela.

Curiosamente, "La gárgola" ha sido comparada con novelas como "El nombre de la rosa", "La sombra del viento" o "El paciente inglés", pero el escritor canadiense asegura que no las ha leído.
Como señalaba hoy, entre sus autores "favoritos" figuran el ruso Vladimir Nabokov, el británico Thomas Hardy y el estadounidense Tom Robbins, pero ha leído "a muchos escritores" en su vida y supone que algo le debe a todos ellos.

Davidson no tiene de momento ofertas para llevar al cine su novela, si bien cree que "es posible" hacerlo. "Durante veinte años dijeron que 'El perfume', de Patrick Süskind, era imposible de adaptar a la gran pantalla, y, sin embargo, se hizo la película", afirmó el escritor.

Por: Ana Mendoza

eBook frente a libros de papel: ¿quién ganará?

Al parecer, la respuesta se concretará dentro de diez años, aunque ya se sabe cual es la tendencia: para el 2018, serán más los libros digitales que los de papel. Esta presunción surgió de una encuesta que se realizó en la Feria del libro de Fráncfort, de la que participaron más de mil profesionales relacionados con el sector editorial de todo el mundo.


Analía Lanzillotta - Incluso el mismo escritor Paulo Coelho -con más de 100 millones de ejemplares vendidos-, estuvo presente en la feria y se mostró proclive a este tipo de libros, tal es así que hasta subió en la Web una copia de El Alquimista que se puede descargar en forma gratuita. Si bien el escritor también dejó en claro que “el libro tradicional ha demostrado ser insuperable”.

Si, seguimos en el sector tecnología, así que no vamos a analizar lo que es esta feria del libro (aunque tampoco sería una mala idea). Lo que sucede es que es interesante el planteo que se presenta: pensemos que en unos años quizás se masifique el uso de lectores de libros y que, con sólo uno de estos dispositivos en nuestro bolsillo, tendremos la posibilidad de trasladar cientos de “libros”, incluso miles, de un lado al otro.

Retomando el tema con el que comenzamos, tengamos en cuenta que este mismo planteamiento que hoy se refiere a los libros también se hizo en torno a los diarios, los que serán superados en algún momento por sus ediciones online, e incluso en otros ámbitos.

Un ejemplo es la música, en donde muchas discográficas y músicos están negociando con las tiendas online para comercializar su material frente a la baja de las ventas de CDs y a la piratería a través de Internet. Unos días atrás nos referíamos a los avatares que estaba pasando Apple con su tienda virtual iTunes por el tema de derechos de autor. Y lo mismo ocurre con otro clásico: el cine.

La realidad es inevitable: los libros, los diarios, los CDs, las películas, todo queda en manos de la tecnología. Y así como en los sectores de la música y la cinematografía ya están viendo la forma de seguir en carrera en el mercado digital y los diarios tienen sus ediciones online, los editores tendrán que seguir la misma línea y comenzar a pensar que su futuro también estará muy relacionado con los ingresos que se generen a través de los nuevos soportes, como los lectores de libros.

Algunos ejemplos de los lectores de libros electrónicos son el Kindle, el que se comercializa a través de Amazon.com, tienda que ya cuenta con más de 180 mil títulos para vender; el E-Reader, de Sony y el Readus, de Polymer Vision. Unos meses atrás nos habíamos referido a la compañía iRex Technologies, con su nuevo modelo de lector que venía con 50 títulos incluidos y con la posibilidad de cargar miles de ejemplares agregando una tarjeta de memoria.
En cuanto a las posibilidades que nos brindan, además de la cantidad de obras, permite otras acciones como remarcar las partes que más nos interesen, buscar palabras, vincular con páginas de Internet en la que hayan otros libros e incluso algunos hasta reproducir música y videos.

El año pasado veíamos también un ejemplo de cómo el celular, una de las pasiones de nuestra era, se utilizaba como soporte para los libros digitales cuando la editorial HarperCollins y LibreDigital creaban un enlace online desde el cual se podían descargar extractos de algunas obras directamente al iPhone de Apple.

Por supuesto que todavía falta mucho que recorrer y algunas cuestiones que superar. Por un lado está el tema de los costos. La mayoría de estos eBooks cuestan de 500 dólares en adelante. Digamos que son cifras aun un tanto elevadas para nuestros bolsillos. Pero seguramente mientras sigan subiendo las ofertas y la competencia, irán descendiendo los precios.
Otro tema que hay que ver es el idioma. La mayoría de estos libros vienen en inglés. Por ejemplo cuando comenté sobre los 40 títulos que estaban cargados en el eBook de iRex Technologies, todos eran clásicos escritos en el idioma británico. Y también hay que tener en cuenta los formatos de los libros, pero como hoy ocurre con los reproductores de música, algunos de estos dispositivos soportan diversos formatos.
Así que habrá que seguir considerando este tipo de cuestiones y ver cómo van evolucionando antes de poder decir que estamos realmente en la era del libro electrónico o digital, o simplemente el e-Book o e-libro. Hasta que estos asuntos no se vayan superando, podemos seguir bajando unas cuantas obras de páginas de la Web, muchos de ellos en forma gratuita, y en los idiomas que queramos, y verlos en nuestras pantallas.

Via: imatica

7 nov 2008

Una entrevista a John Irving (H. Ginsberg)

Al escritor estadounidense John Irving (1942) le gusta dar vueltas en sus libros alrededor de sus obsesiones e imágenes más entrañables, arriesgándose con humor allí donde el resto de los mortales se inhiben. Defensor a ultranza de la narrativa dickensiana, sorprendiendo siempre con tramas intrincadas e imprevisibles, debutó en 1969 con "Setting free the bears" (Libertad para los osos), a la que siguieron -entre otras- "The water method man" (La epopeya del santo bebedor de agua), "The world according to Garp" (El mundo según Garp), "The Cider House rules" (Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra), "A widow for one year" (Una mujer difícil), "The fourth hand" (La cuarta mano) y "Until I find you" (Hasta que te encuentre). Su editor en Estados Unidos, Harvey Ginsberg, lo entrevistó cuando apareció "Una mujer difícil".


¿Por qué te has decidido a escribir una novela cuyo personaje principal es mujer y, además, novelista?

La decisión de convertir a Ruth Cole en novelista fue algo secundario. Desde el principio fue una mujer, una profesional de éxito. Durante cierto tiempo, en los meses dedicados a tomar notas para la novela, no estaba seguro de qué profesión concreta le atribuiría. Pero todo aquello que la obsesiona y menoscaba la confianza en sí misma es algo que preocupa más a las mujeres que a los hombres. Estos no se consideran responsables de sus juicios erróneos en el terreno sexual, o por lo menos, no se consideran tan responsables como en el caso de las mujeres. Son innumerables los hombres que han elegido mal a su pareja, pero tienden a minimizarlo. Como dice Ruth acerca de Graham Greene, al hombre se le permite sin trabas explorar lo sórdido y lo indecente; es más, se espera que los escritores masculinos exploren ese territorio. En cambio, a las mujeres les está prohibido. Ruth se siente avergonzada. Por su parte, Marion, la madre de Ruth, no puede recuperarse de una tragedia que su marido, hasta cierto punto, es capaz de dejar a un lado. A menudo, lo que para los hombres son heridas superficiales, para las mujeres son lesiones mortales. En cuanto al hecho de que Ruth sea novelista, al principio imaginé a su padre como un famoso autor e ilustrador de relatos infantiles. Deseaba que Ruth fuese mejor que su padre, que se sintiera impulsada a competir con él y también que albergara hacia él sentimientos conflictivos. ¿Por qué, me pregunté, no convierto a Ruth en una escritora mejor que su padre?

Por lo menos cuatro de los personajes principales son escritores, y aparecen citas de sus obras. ¿Se trata de un simple recurso argumental o tenías otra intención?

Luego de tomar la decisión de que Ruth y su padre fuesen escritores, pensé que los demás también debían serlo. Al hacer que los cuatro personajes principales fuesen escritores, no sólo pude relacionar sus vidas, sino también las diversas interpretaciones que ellos hacen de sus vidas. Dijo D.H. Lawrence en cierta ocasión que una novela es la manera más sutil que tenemos de demostrar la interrelación de las cosas. Eso es cierto, pero una novela no tiene por qué ser sutil.

Pareces tener un concepto desfavorable, incluso moralista, de la promiscuidad sexual en los casos de Ted, Hannah e incluso de Ruth, en su encuentro con Scott. No obstante tratas a las prostitutas de Amsterdam casi con afecto. ¿Cómo reconcilias esas perspectivas diferentes?

Estoy de acuerdo con que tengo "un concepto desfavorable, incluso moralista, de la promiscuidad sexual", pero también la veo bajo un prisma cómico. La historia de Ted con la señora Vaughn es divertida. Las constantes aventuras de Hannah también son cómicas, pero Hannah tiene un lado triste y confío en que sirva para compensar su carácter. Soy natural de Nueva Inglaterra, y es posible que la censura sexual de los puritanos esté arraigada en lo más hondo de mi ser. En mis novelas se castiga invariablemente el sexo promiscuo, y a decir verdad no me siento del todo cómodo con esa actitud. Mis dos personajes más virtuosos, Jenny Fields, la madre de Garp en "El mundo según Garp", y el doctor Larch, en "Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra", son sexualmente abstemios. Tienen una sola relación sexual en toda su vida, y no lo hacen más. Eso es algo que no recomiendo. Personalmente, no soy moralista en lo que respecta al sexo. En cuanto a las prostitutas de Amsterdam, durante cuatro años he viajado con frecuencia a esa ciudad, quince días en cada ocasión y siempre en distintas épocas del año. Pasé muchas horas con un policía y una mujer, ex prostituta, que era entonces la presidenta de una organización que luchaba en favor de los derechos de las prostitutas. Quería saber con la máxima precisión cómo son un policía y una prostituta holandeses, y deseaba que a otros policías y prostitutas les pareciera que los retrataba fielmente. Tanto unos como otras me han asegurado que los personajes de Harry y Rooie son absolutamente creíbles. Cuando apareció la traducción holandesa de "Una mujer difícil", en Amsterdam se organizó una fiesta en la comisaría del barrio chino. Asistieron muchos policías... y no tantas prostitutas. Una de las que acudieron me dijo que sus colegas no tenían la costumbre de ir a la comisaría por su propia voluntad. Una verdad más triste acerca de Rooie es su necesidad de inventarse una vida. Al igual que Rooie, las prostitutas necesitan inventar sus vidas, necesitan mentir. Es algo que se observa a menudo. No censuro a las prostitutas ni a los hombres que van con ellas. Considero que es una transacción relativamente honrada. Si la comparamos con ciertas relaciones sexuales llenas de engaño e hipocresía, la relación entre la prostituta y su cliente es sincera y diáfana. Ese sentimiento de vergüenza que suele rodear a la prostitución es para mí un misterio. Si se compara con declarar tu amor a alguien cuando no lo sientes o sentirlo por una persona distinta cada pocos meses, ¿qué tiene de malo pagarle a una prostituta para hacer el amor con ella? No me parece que esas "perspectivas diferentes", como las llamas, sean difíciles de "reconciliar" en absoluto.

Ruth no presta atención a las críticas que recibe su obra. ¿Crees que ése es un buen consejo para un escritor, y tú mismo lo sigues?

A este respecto, y por encima de todo, hay que tener en cuenta lo que dijo Thomas Mann: "Todos sufrimos heridas. Y la alabanza es un alivio, aunque no necesariamente un bálsamo que las cura". Sin embargo, a juzgar por mi experiencia personal, nuestra receptividad a la alabanza no guarda ninguna relación con nuestra vulnerabilidad al desdén mezquino y el insulto rencoroso. Por muy estúpido que sea ese insulto, por más que se deba a rencores particulares, esa expresión de hostilidad nos afecta de una manera mucho más profunda y duradera que la expresión contraria, lo cual es absurdo, ya que, por supuesto, los enemigos son el acompañamiento indispensable de una vida rica y plena. Creo que Mann tiene razón. Vivimos en una época en que florece la política de la envidia. Mi estilo nunca ha sido del gusto de todos; siempre he tenido, y siempre tendré, unas críticas dispares. A muchos lectores y críticos les encantan mis novelas, mientras que otros lectores, y muchos críticos, desprecian todo lo que escribo. No inspiro indiferencia, nadie se muestra neutral con John Irving. Escribo unas novelas largas, explícitas, impulsadas por el argumento. Me propongo hacer reír y llorar. Me excedo en el lenguaje. Conmover al lector es más importante para mí que persuadirlo intelectualmente. He dicho lo mismo de Charles Dickens. También él tuvo sus entusiastas y sus enemigos. Con respecto al efecto que causan mis novelas, de eso me informan mucho más las cartas de los lectores que las críticas literarias. Cuando uno sabe que va a escribir un artículo sobre un libro, no lee ese libro como un lector. Lo sé muy bien, pues, al fin y al cabo, también he sido crítico. Para los escritores jóvenes y desconocidos que dependen de las buenas críticas, éstas son muy importantes, e incluso tienen una importancia trágica. Pero, a mi modo de ver, la recomendación verbal de un libro, el boca a boca entre los lectores, es más importante que las críticas. Claro que a mí me resulta fácil decir esto, porque tengo muchos lectores. Cuando publico una novela, estoy muy atento a las listas de los libros más vendidos. No me avergüenza decir que para mí significan mucho más que las criticas.

Con frecuencia te acusan de ser un sentimental, como si eso fuese malo. ¿Te consideras un sentimental? Y, si es así, ¿cómo definirías ese término?

Ya lo he definido al admitir que mi intención, como novelista, es hacer reír y llorar, y que empleo el lenguaje para persuadir en un plano emocional, no intelectual. En "Great expectations" (Grandes esperanzas), Dickens escribió: "Bien sabe Dios que nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, pues llueven sobre el polvo cegador de la tierra y recubren nuestros duros corazones". Pero lo cierto es que nos avergonzamos de nuestras lágrimas. Vivimos en un tiempo en que el gusto de la crítica nos dice que la blandura de corazón es afín a la imbecilidad; estamos tan influidos por las tonterías de la televisión y el cine que incluso al reaccionar contra ellas lo hacemos en exceso, y llegamos a la conclusión de que cualquier intento de hacer reír o llorar al público es una manera desvergonzada de satisfacerlo, como ocurre con las trilladas series televisivas, los culebrones y los melodramas. Para el crítico moderno, cuando un escritor se arriesga a ser sentimental, ya es culpable. Pero el escritor pecará de cobardía si teme al sentimentalismo hasta el punto de evitarlo por completo. No dejar traslucir las emociones se ha convertido en un rasgo obligado del autor "literario". Yo no querría estar casado con alguien que no dejara traslucir sus emociones. ¿Quién desearía tener esa clase de relación? Pues bien, tampoco deseo que un novelista no deje traslucir sus emociones. En una novela es esencial arriesgarse a ser sentimental. Ocultar las emociones es una forma de corrección política, lo que no deja de ser una cobardía.

Mientras escribías "Una mujer difícil" también trabajabas en los guiones de otros dos libros tuyos. ¿Cuáles son las principales diferencias en tus enfoques de un guión y un libro, teniendo en cuenta que casi todas las escenas de tus novelas, como por ejemplo las de la casa de la señora Vaughn, se podrían filmar tal como han sido escritas?

Se podrían filmar tal como han sido escritas sólo en el sentido de que soy un escritor visual. Gran parte de mi narrativa, aunque sea visual, presenta múltiples capas y, además, depende de las transformaciones que sufren los protagonistas con el paso del tiempo. Y el paso del tiempo también surte un efecto emocional sobre el lector. Y como mis novelas no sólo son largas, sino que su elemento impulsor es el argumento, al comprimir el relato para que encaje en los límites temporales de una película me veo obligado a perder personajes enteros junto con las partes de la narración que los acompañan. La tarea de extraer un guión de una de mis novelas empieza con la decisión de elegir, entre todo el material, los dos tercios del libro que voy a perder. En el caso del guión de "Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra", que he escrito una y otra vez con cuatro directores distintos durante trece años, no sólo he perdido al pequeño gran personaje de Melony, que es una fuerza moral y sexual en la novela, sino que también he reducido una relación amorosa que dura quince años a un año y medio. Las películas no resuelven nada bien el paso del tiempo. Estoy satisfecho de ambos guiones, pero mi trabajo cotidiano me gusta más. Dudo que escriba otro guión; disfruto mucho más escribiendo novelas. Y en el tiempo que he dedicado a escribir esos dos guiones podría haber escrito fácilmente otra novela. Escribir un guión de cine es relativamente fácil, mucho más fácil que escribir una novela; lo difícil, sobre todo para el novelista que vive semirrecluido, es someterse a la pérdida de tiempo que suponen las relaciones sociales necesarias para que un guión se lleve a la pantalla. Tú y yo, como autor y editor, trabajamos juntos de otra manera. Te doy mi manuscrito y tú lo revisas. Respondo a una parte de tus sugerencias y de las demás hago caso omiso. Con respecto a "Una mujer difícil", es posible que haya tenido en cuenta la mitad de tus sugerencias. Pero eso es todo. Nadie mira por encima de nuestros hombros. Y así es como debe ser. En el caso de un guión de cine, antes de producirlo lo lee más gente de la que jamás podré recordar, gente a la que ni siquiera conozco, que se mantiene en el anonimato pero que de todos modos ha aportado tal o cual detalle al guión, gente que se queja de esta escena o de aquella por una infinidad de motivos que no tienen nada que ver con la calidad o la integridad del relato en su conjunto: abogados, secretarias, ejecutivos, banqueros, agentes de los actores, ayudantes de los ayudantes y simples pelmazos, además del director y el productor. En una palabra, todo guión, antes del rodaje, ¡ha sufrido los comentarios de un auténtico comité! Una novela es una sola voz, mejorada por un editor que conoce los intereses y las intenciones del autor tanto como éste. Es una relación creativa. En ciertos aspectos, la relación entre el director y el guionista también es creativa, pero una y otra vez grupos de personas con unos intereses que entran en conflicto entre sí invaden esa relación.

Tienes fama de ser un gran defensor de la novela del siglo XIX, sobre todo de las obras de Dickens y Thomas Hardy. En tu opinión, ¿qué virtudes de esa narrativa faltan en la novela contemporánea? ¿Y qué novelistas actuales crees que representan tales virtudes?

Thomas Hardy insistía en que una novela ha de ser un relato mejor que cualquier cosa leída en el periódico. Quería decir "mejor" en todos los sentidos: más amplio, más complejo, con más conexiones y, además, que tuviera una especie de simetría o conclusión... incluso que, en el final, hubiera una especie de justicia o, por lo menos, de inevitabilidad. También lo veía así George Eliot, y Dickens, por supuesto. Estos autores diseñaban sus novelas. Según las modernas teorías literarias, una novela puede ser un revoltijo amorfo sin argumento porque la vida real es así. Ahora bien, a mi modo de ver, las buenas novelas están mejor hechas que la vida real. Si Dickens me gusta más que Hardy o Eliot, se debe sobre todo a que Dickens también es divertido. Incluso los novelistas contemporáneos a los que más admiro son narradores al estilo decimonónico: Günter Grass, Salman Rushdie, Gabriel García Márquez, Robertson Davies. A todos les gusta el argumento, los personajes desarrollados, que haya historias interrelacionadas y que se tenga en cuenta el paso del tiempo y sus efectos. No es sorprendente, dados mis gustos, que todos ellos sean también novelistas divertidos. Creo que el novelista moderno al que más admiro es Graham Greene, y digo "moderno" en el sentido de que sus emociones son inescrutables y, por lo menos comparado con los cuatro que he mencionado, es muy parco. Pero Greene era también un buen narrador y buscaba en sus novelas una simetría o conclusión. Le importaba la arquitectura. Los buenos relatos se construyen, tienen una estructura.

Si bien es cierto que eres un autor de éxito en los Estados Unidos, todavía lo eres más, tanto por parte de la crítica como en el aspecto comercial, en Canadá y en numerosos países europeos. ¿Tienes alguna teoría que explique este fenómeno?

Te diré lo que otros autores me han demostrado. A Günter Grass lo odian bastante tanto en los círculos literarios como en los políticos de la Alemania actual. Es posible que "Die blechtrommel" (El tambor de hojalata) sea la mejor novela jamás escrita acerca de la Segunda Guerra Mundial y, desde luego, es la mejor desde una perspectiva alemana, y cuando Grass expuso la Alemania de la Segunda Guerra Mundial a sus compatriotas, éstos, como el resto del mundo, lo amaron y admiraron. Pero la penetrante mirada de Grass se posó luego en la Alemania contemporánea y realizó un profundo análisis histórico y psicológico de lo que hace a los alemanes tan... en fin, tan alemanes. Ahora a los alemanes no les gusta oír lo que les dice este autor; quieren que deje de castigarlos con sus visiones. Y Grass no es un ejemplo aislado. Nosotros tenemos el nuestro: Kurt Vonnegut, a quien fuera de Estados Unidos consideran prácticamente como un profeta, mientras que en casa a menudo lo ridiculizan. Aunque en un grado menor, es decir, que lo alaban menos en el extranjero pero también lo condenan menos en Estados Unidos, a Joseph Heller le sucede lo mismo. A mi modo de ver, Vonnegut y Heller son los novelistas más originales de este país y deberíamos tenerlos en alta estima, pero no lo hacemos. Y luego está Salman Rushdie. En Inglaterra escriben cosas terribles sobre él, pero aquí lo amamos, y está bien que así sea.

Tengo la impresión de que, cuando te pones a escribir, las frases, incluso los párrafos, ya están formados en tu mente. ¿Es así?

Sí, en muchas ocasiones así es. Dedico más de un año, incluso dos, tan sólo a tomar notas. No me gusta empezar una novela hasta que conozco la historia; sé cuáles son los personajes principales; sé cuándo y dónde se conocen, y cuándo y cómo sus caminos vuelven a cruzarse. Tengo que conocer el final de un relato antes de que pueda ponerme a imaginar cuál sería el mejor comienzo de ese relato. Del comienzo me ocupo luego, casi al final. Tu impresión es en gran parte correcta. Cuando empiezo a contar un relato, ya lo conozco. En la voz del narrador ha de haber autoridad y autenticidad. Los lectores confian en que el narrador sea un experto, por lo menos en ese relato determinado. ¿Cómo puedes ser un experto si no sabes lo que sucede? Cuando escribo la primera frase de una novela, ya no quiero seguir inventando. Al empezar a escribir, casi toda la invención ha quedado atrás. Sólo trato de recordar lo que ya he imaginado, en el orden en que ya lo he seleccionado y que considero que es el mejor para los lectores.

¿Ha habido momentos en la escritura de esta novela, o en la de cualquiera de tus obras, en que los personajes se impusieran a lo que habías planeado para ellos y empezaran a hacer cosas sorprendentes?

No, nunca. Bueno, sí, ha habido pequeñas sorpresas, pero los personajes se mantienen en esencia tal como los había imaginado. Creo que uno se gana esos ocasionales momentos espontáneos sólo si todo está planificado lo más meticulosamente posible. Si uno ha hecho la labor que requieren los personajes y sus historias, ocurrirán algunos accidentes y uno podrá aprovecharse de ellos. Pero no hay que confiar en los accidentes. En un buen relato, el lector debe tenerla sensación de que las cosas suceden con naturalidad. Pero ser natural no es tan natural. En mi caso, se debe casi por completo a la planificación.

Via: eljineteinsomne

Stallone escribe, dirige e interpreta una película en la que derriba una dictadura latinoamericana

Sylvester Stallone, quien en el papel de Rambo combatió al comunismo en el sureste asiático y en Afganistán, ahora está dispuesto a derribar una dictadura suramericana cuyo signo político no ha sido difundido. El propio "Sly" ha escrito y dirigirá "The Expendables", una cinta de acción sobre un grupo de mercenarios que se infiltra en un país no identificado de la región para derrocar a su régimen.

A su lado, ante la cámara, Stallone tendrá a Jason Statham ("Transporter", "Death race") y posiblemente al chino Jet Li ("Héroe", "La momia 3"), aunque éste aún negocia su participación. La cinta se filmara, informa Hollywood Reporter, el próximo febrero en Costa Rica y Louisiana.

Aclaremos que el personaje de "Sly" no será propiamente el de John Rambo, que en cambio sí retomará en su siguiente film, el cual como "The Expendables" forma parte de un acuerdo del actor-director-guionista-productor con Nu Image/Millennium Films.

A pesar de su edad -62 años- el astro sigue funcionando en las taquillas como héroe de acción. De hecho, la última entrega de "Rambo" recaudó 155 millones de dólares el año pasado en todo el mundo.
Boaz Davidson, presidente de Millennium Films, ha declarado: "Siempre podemos contar contar con 'Sly' para escribir un gran guión y seguir sus instintos para dirigir la película", pensando probablemente en que el actor fue candidato al Oscar como guionista de "Rocky" y escribió más de una veintena de libretos, entre ellos los de varias de las cintas de Rambo, "Cobra", "Máximo riesgo", "Driven" y el de la una "biopic" de Edgar Alan Poe que Stallone tenía también previsto realizar.

Por su parte, el astro aniquilador de comunistas ha subrayado que este acuerdo con las citadas productoras "me da la libertad para hacer las películas que imagino" y que está feliz de trabajar con Statham y Li, quienes por cierto ya coincidieron en "Asesino solitario / El asesino", lanzada el pasado año.

Via: abc guionistas

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