A Lola Mayo (Badajoz, 1970) le dijeron que en los estrenos de cine nadie quiere preguntarle nada a los guionistas. Si es cierto, ellos se lo pierden porque esta cineasta tiene mucho que contar. Entre 1997 y 2003 escribió el guion de los cortometrajes «En medio de ninguna parte», «Hola, desconocido», «El equipaje abierto» y «En camas separadas». Dio el paso como guionista a los largometrajes con «Lo que sé de Lola» y continuó con la exitosa «La mujer sin piano», premiada en el festival de San Sebastián, y este año ha colaborado en «El muerto y ser feliz». Dentro de unos días participará como profesora en el «Taller avanzado de guion de cortometraje» que se desarrollará en los estudios de Producciones Gona, en Morcín.
-¿Cómo describirá un buen guion a sus alumnos?
-Debe de alejarse de querer transmitir un mensaje concreto. No se debe pensar quiero que mi mensaje sea no al maltrato, porque caeríamos en una trama muy típica.
-Usted ha trabajado en cortometrajes y largometrajes, ¿son muy diferentes los guiones?
-Hay historias que se pueden contar en un cortometraje y en un largometraje. En el largo, el espectador tiene tiempo a acomodarse en la historia, en el cortometraje no hay tanto tiempo. Por ejemplo, si un personaje tiene que tener un encuentro en una cafetería, en un largo puede entrar en el local, en un corto tiene que estar ya sentado. Hay veces que los cortos se utilizan como una tarjeta de presentación para lanzarse a los largos, y eso no es así.
-¿Qué es un corto, entonces, para usted?
-Un corto no es un largo en pequeño. Un corto es una película para la experimentación. En este momento estoy seleccionando cortos para el festival de Alcalá de Henares y hay cintas que podrían ser capítulos de series de televisión. Ahora valoro mucho cuando un guion me deja esa sensación de «¿Qué ha querido decir?».
-¿Ha cambiado su visión del cine con el paso del tiempo?
-Antes, por ejemplo, me molestaba un actor que no actuara bien, ahora me gusta que no lo haga de forma perfecta. Se nota que lo hacen nuevos profesionales, que necesitan amoldarse pero que tienen empeño en sacar un proyecto adelante. También me gusta la mezcla entre actores noveles y actores consumados.
-Su nombre va ligado al de Javier Rebollo, director de gran parte de sus creaciones ¿Es importante que el guionista tenga una buena relación con el director?
-Yo creo que sí. Imagino o espero lo que él va a hacer con mi guion y después veo como grandes trozos de la trama que yo escribí no salen en pantalla.
-¿Se decepciona?
-Voy mucho al rodaje, así que cuando llega el momento de ver la película ya me he llevado el sofocón. Normalmente, suelo tener alguna función extra dentro del rodaje, como ayudante de casting. Cuando un guion está en manos de un director, sería utópico pensar que nada va a cambiar. No es la letra de una canción, un guion tiene que diluirse para crear un producto, una película.
-¿El público siempre capta el mensaje de sus guiones?
-Me sorprendió la reacción de los espectadores con «Lo que se de Lola». Más que en España, en Reino Unido y Estados Unidos. El público se rió mucho, más de lo que yo pensaba que se reirían porque no lo había hecho con esa intención y, de ahí en adelante, explotamos más el lado cómico de nuestras películas.
- «La mujer sin piano» se estrenó con gran éxito en el festival de San Sebastián, donde se llevó una «Concha de plata» al mejor director. ¿También le sorprendió?
-No lo esperaba, para nada. Ni otros premios que llegaron después. En relación al certamen de San Sebastián tengo que decir que me sorprende gratamente su cambio a la hora de seleccionar películas. Han abierto un abanico a un tipo de producciones que antes no cabían en San Sebastián, a mí me parecía un poco más clásico.
-Los personajes femeninos parecen ser su punto fuerte, ¿Volverá a explorar el mundo de la mujer en su próxima película?
-Estamos trabajando en una historia que, para mí, se merece una película. En esta ocasión me planteo una relación entre un chico muy joven y una mujer mayor. No hablo de un chico de veinte años y una mujer de cuarenta, si no de un joven que acaba de alcanzar la mayoría de edad y una mujer de más de cincuenta.
-¿Se basa en una historia real?
-No me baso en una historia concreta, pero sí es cierto que siempre va algo tuyo. Esta historia creo que es algo que está en la calle, aunque no es común. Contaré lo políticamente correcto, pero en la vida real se da. No es tan común como una chica joven con un hombre mayor, pero existe.
-¿Cómo describirá un buen guion a sus alumnos?
-Debe de alejarse de querer transmitir un mensaje concreto. No se debe pensar quiero que mi mensaje sea no al maltrato, porque caeríamos en una trama muy típica.
-Usted ha trabajado en cortometrajes y largometrajes, ¿son muy diferentes los guiones?
-Hay historias que se pueden contar en un cortometraje y en un largometraje. En el largo, el espectador tiene tiempo a acomodarse en la historia, en el cortometraje no hay tanto tiempo. Por ejemplo, si un personaje tiene que tener un encuentro en una cafetería, en un largo puede entrar en el local, en un corto tiene que estar ya sentado. Hay veces que los cortos se utilizan como una tarjeta de presentación para lanzarse a los largos, y eso no es así.
-¿Qué es un corto, entonces, para usted?
-Un corto no es un largo en pequeño. Un corto es una película para la experimentación. En este momento estoy seleccionando cortos para el festival de Alcalá de Henares y hay cintas que podrían ser capítulos de series de televisión. Ahora valoro mucho cuando un guion me deja esa sensación de «¿Qué ha querido decir?».
-¿Ha cambiado su visión del cine con el paso del tiempo?
-Antes, por ejemplo, me molestaba un actor que no actuara bien, ahora me gusta que no lo haga de forma perfecta. Se nota que lo hacen nuevos profesionales, que necesitan amoldarse pero que tienen empeño en sacar un proyecto adelante. También me gusta la mezcla entre actores noveles y actores consumados.
-Su nombre va ligado al de Javier Rebollo, director de gran parte de sus creaciones ¿Es importante que el guionista tenga una buena relación con el director?
-Yo creo que sí. Imagino o espero lo que él va a hacer con mi guion y después veo como grandes trozos de la trama que yo escribí no salen en pantalla.
-¿Se decepciona?
-Voy mucho al rodaje, así que cuando llega el momento de ver la película ya me he llevado el sofocón. Normalmente, suelo tener alguna función extra dentro del rodaje, como ayudante de casting. Cuando un guion está en manos de un director, sería utópico pensar que nada va a cambiar. No es la letra de una canción, un guion tiene que diluirse para crear un producto, una película.
-¿El público siempre capta el mensaje de sus guiones?
-Me sorprendió la reacción de los espectadores con «Lo que se de Lola». Más que en España, en Reino Unido y Estados Unidos. El público se rió mucho, más de lo que yo pensaba que se reirían porque no lo había hecho con esa intención y, de ahí en adelante, explotamos más el lado cómico de nuestras películas.
- «La mujer sin piano» se estrenó con gran éxito en el festival de San Sebastián, donde se llevó una «Concha de plata» al mejor director. ¿También le sorprendió?
-No lo esperaba, para nada. Ni otros premios que llegaron después. En relación al certamen de San Sebastián tengo que decir que me sorprende gratamente su cambio a la hora de seleccionar películas. Han abierto un abanico a un tipo de producciones que antes no cabían en San Sebastián, a mí me parecía un poco más clásico.
-Los personajes femeninos parecen ser su punto fuerte, ¿Volverá a explorar el mundo de la mujer en su próxima película?
-Estamos trabajando en una historia que, para mí, se merece una película. En esta ocasión me planteo una relación entre un chico muy joven y una mujer mayor. No hablo de un chico de veinte años y una mujer de cuarenta, si no de un joven que acaba de alcanzar la mayoría de edad y una mujer de más de cincuenta.
-¿Se basa en una historia real?
-No me baso en una historia concreta, pero sí es cierto que siempre va algo tuyo. Esta historia creo que es algo que está en la calle, aunque no es común. Contaré lo políticamente correcto, pero en la vida real se da. No es tan común como una chica joven con un hombre mayor, pero existe.